martes, 30 de abril de 2013

MIRA LA VIDA DESDE OTRA PERSPECTIVA

HAY QUE MIRAR LA VIDA CON LOS OJOS DE ESPERANZAS, AMOR, SOLIDARIDAD, AMISTAD... NO PODEMOS SEGUIR EN UN MUNDO LLENO DE ODIO E INDIFERENCIAS. ACEPTEMOS SIEMPRE AL PRÓJIMO TAL COMO ES.
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viernes, 26 de abril de 2013

En carta de 1979 el Papa explica importancia de ser agradecidos en la vida

En carta de 1979 el Papa explica importancia de ser agradecidos en la vida

sábado, 13 de abril de 2013

La policía de Dubai presume de ostentosidad con su nuevo Lamborghini Aventador


Lamborghini Aventador LP700-4 policía DubaiEl Emirato de Dubai se ha convertido en los últimos años en uno de los paraísos del automovilismo, ya que por sus calles podemos encontrar superdeportivos y demás coches exclusivos en una proporción difícil de igualar en cualquier otra parte del mundo. El nivel es tal que, para destacar entre tan granada selección de coches, los habitantes llegan a realizar locuras como el Gulf Lotus X12 para lograr que los viandantes desvíen la atención de los múltiples superdeportivos de más de un millón de euros que se pueden encontrar por las calles.

En un contexto así, no es de extrañar que hasta la policía local de la ciudad quiere su porción de protagonismo (y de sensaciones, por qué no decirlo). Este cuerpo de seguridad ha anunciado en Twitter la introducción en su flota de un flamante Lamborghini Aventador LP700-4, una bestia de 700 CV especialmente modificada para cumplir sus quehaceres policiales que, como podemos imaginarnos, será la interceptación de vehículos que circulen a altas velocidades por las gigantescas autopistas de Dubai.

Lamborghini Aventador LP700-4 policía Dubai
Las autoridades del Emirato están preocupadas por el elevado nivel de infracciones por exceso de velocidad que se registran cada día en sus calles. A lo largo de 2012, un total de 122 personas fallecieron en las calles de Dubai, y hubo más de 2.000 heridos, pero lo preocupantes es que la mayoría de estos accidentes ocurrieron en la autopista más importante de la ciudad. Para más inri, un 15% de las multas registradas se deben por circular a velocidades superiores a 210 km/h, una cifras de infarto que asusta aún más si tenemos en cuenta que en 2012 se plasmaron 67.000 multas en Dubai.

Las autoridades han decidido optar por el camino más rápido y hacerse con la posesión de un superdeportivo capaz de alcanzar 350 km/h y que, tal y como comprobamos en nuestra prueba del Lamborghini Aventador LP700-4, es de lo mejorcito que podemos encontrarnos actualmente en el panorama actual. Anteriormente, la policía de Dubai tampoco estaba corta en este aspecto, ya que en su flota ya contaban con varios Chevrolet Camaro y Dodge Challenger con motor V8 para dar caza y captura a los malhechores.Lamborghini Aventador LP700-4 policía Dubai

Fuente: Sky News
En Diariomotor: Lamborghini Aventador LP700-4 | Lamborghini Aventador LP700-4, a prueba

jueves, 4 de abril de 2013

Quién fue Tales de Mileto

Tales de Mileto. considerado como el primer filósofo de la historia de Filosofía occidental  y de los siete sabios griegos, gran astrónomo y matemático. Veamos un poco más de su historia




miércoles, 3 de abril de 2013

lunes, 1 de abril de 2013

El origen de la Inteligencia Emocional


El término Inteligencia Emocional se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. Inteligencia emocional no es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas. 

El concepto de Inteligencia Emocional, aunque esté de actualidad, tiene a nuestro parecer un claro precursor en el concepto de Inteligencia Social del psicólogo Edward Thorndike (1920) quien la definió como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas". 

Para Thorndike, además de la inteligencia social, existen también otros dos tipos de inteligencias: la abstracta -habilidad para manejar ideas- y la mecánica -habilidad para entender y manejar objetos-. 
Un ilustre antecedente cercano de la Inteligencia Emocional lo constituye la teoría de 'las inteligencias múltiples' del Dr. Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, quien plantea ("Frames of Mind", 1983) que las personas tenemos 7 tipos de inteligencia que nos relacionan con el mundo. A grandes rasgos, estas inteligencias son: 

Inteligencia Lingüística: Es la inteligencia relacionada con nuestra capacidad verbal, con el lenguaje y con las palabras. 

Inteligencia Lógica: Tiene que ver con el desarrollo de pensamiento abstracto, con la precisión y la organización a través de pautas o secuencias. 

Inteligencia Musical: Se relaciona directamente con las habilidades musicales y ritmos. 

Inteligencia Visual-Espacial: La capacidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos. 

Inteligencia Kinestésica: Abarca todo lo relacionado con el movimiento tanto corporal como el de los objetos, y los reflejos. 

Inteligencia Interpersonal: Implica la capacidad de establecer relaciones con otras personas. 

Inteligencia Intrapersonal: Se refiere al conocimiento de uno mismo y todos los procesos relacionados, como autoconfianza y automotivación. 

Esta teoría introdujo dos tipos de inteligencias muy relacionadas con la competencia social, y hasta cierto punto emocional: la Inteligencia Interpersonal y la Inteligencia Intrapersonal. Gardner definió a ambas como sigue:

"La Inteligencia Interpersonal se construye a partir de una capacidad nuclear para sentir distinciones entre los demás: en particular, contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones. En formas más avanzadas, esta inteligencia permite a un adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan ocultado... " 

Y a la Inteligencia Intrapersonal como "el conocimiento de los aspectos internos de una persona: el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerles un nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta..." 
La aparición de la Inteligencia Emocional

En 1990, dos psicólogos norteamericanos, el Dr. Peter Salovey y el Dr. John Mayer, acuñaron un término cuya fama futura era difícil de imaginar. Ese término es 'inteligencia emocional'. 

Hoy, a casi diez años de esa 'presentación en sociedad', pocas personas de los ambientes culturales, académicos o empresariales ignoran el término o su significado. Y esto se debe, fundamentalmente, al trabajo de Daniel Goleman, investigador y periodista del New York Times, quien llevó el tema al centro de la atención en todo el mundo, a través de su obra 'La Inteligencia Emocional' (1995). 

El nuevo concepto, investigado a fondo en esta obra y en otras que se sucedieron con vertiginosa rapidez, irrumpe con inusitado vigor y hace tambalear las categorías establecidas a propósito de interpretar la conducta humana (y por ende de las ciencias) que durante siglos se han dedicado a desentrañarla: llámense Psicología, Educación, Sociología, Antropología, u otras. 

Fuente: http://www.inteligencia-emocional.org/articulos/elorigendelainteligencia.htm

Epicuro, la filosofía en el Jardín (1)


Fernando Rodríguez Genovés

Fuente: Catoblepas

1
El misterio de Epicuro

Para tratarse de un hombre preocupado por el aislamiento, la vida apacible y el bienestar espiritual como condición de calma, Epicuro no pudo evitar que su vida y obra excitaran las llamas de la pasión y la porfía. Traviesa ironía del destino o encadenado de malentendidos: en gran medida, en torno a las variaciones de una posible y razonable respuesta a esta oposición me voy a ocupar en estas páginas.{1}

Comoquiera que sea, y de momento, una primera impresión puede comparecer como inapelable para nuestro examen, la de encontrarnos ante un temperamento misterioso, huidizo, paradójico y desconcertante que palpita tras la nombradía de todo un personaje. Creo que podemos hablar sin exageración del extraño caso de Epicuro y la filosofía, por la razón siguiente: la doctrina que predica, cuyo fin primordial anunciado tiende a procurar en  los hombres paz de espíritu y una vida apacible y sin sobresaltos, se ha visto acompañada desde su anunciación por todo género de afecciones… menos la del sosiego.

Consiguió formar un ejército de seguidores que lo reverenciaban y posteriormente lo elevaron a la categoría de un dios; sus enemigos, en cambio, siempre lo detestaron, fijándolo en la retina como si fuera el mismo diablo. «Vive desapercibido mientras vivas», proclama una célebre máxima epicúrea. Pues bien, pocos sistemas filosóficos como éste han despertado tantos sentimientos encontrados o han alimentado la imaginación y colocado a los hombres ante el azorado dilema de pronunciarse ante el cariz de los postulados del filósofo del Jardín.

Los poetas, bien dispuestos a colorear las cosas con tonos suaves y a pintar el oprobio o la destemplanza con las más tiernas odas, no se ponen de acuerdo a la hora de evaluar las hazañas del filósofo. Unos, como Lucrecio, le dedican encendidos versos de esplendoroso éxtasis, que lo promueven a los mismos cielos:

Nam simul ac ratio tua coepit uociferari
naturam rerum, diuina mente corta,
diffugiunt animi terrores, moenia mundi
discedunt, totum uideo per inane geri res.{2}

Mientras que otros, como el Dante sencillamente lo mandan al infierno:

Suo cimitero da questa parte hanno
con Epicuro tutti suoi seguaci,
che l'anima col corpo morta fanno{3}

Ni héroe ni dios ni villano, Epicuro fue ante todo un hombre doliente y afectado por un irrefrenable pavor por la existencia y el devenir. De tamaño pavor, como por encanto desencantado, florece una filosofía que es una disertación sobre el hombre, el tiempo y la vida, sobre los temores que éstos le reportan… Quizá ningún otro pensador en la historia de las ideas haya sostenido sobre sus hombros el peso oneroso de la pena ni sobrellevado con tanta aprensión la carga del miedo, que acogota el sentido e ilumina la imaginación, como sucede con Epicuro. Con dificultad hallaríamos otro que se haya esforzado hasta la extenuación por desterrar de su ánimo los mayores pánicos que puedan sentirse, dando nombre, al mismo tiempo, a una filosofía asociada a la felicidad y al gozo.

Este Hobbes de la Antigüedad, no busca en el miedo un argumento con el que justificar la sociedad y la política, sino que, por el contrario, se evade de ellas por el desasosiego que le provocan: ambas, más que el efecto del miedo, son la causa. No otro motivo sino la búsqueda de seguridad inspira los escritos y las enseñanzas de Epicuro, el anhelo de refugio guía sus pasos por un mundo que le sobrecoge y que procura expurgar por medio del estudio, la escritura y la iniciación. Escribe, según cuentan sus comentaristas, cerca de trescientas obras, de las cuales se ha conservado una pequeña muestra. Funda una escuela donde trabaja –y hace trabajar– a sus seguidores, abre un Jardín en el que socorre a almas tan desconsoladas como la propia, y a las que ante todo demanda fidelidad a cambio de admisión y hospitalidad; de esta cantera, labrada con la materia que alimenta el pasmo, salen proclamas y ganados miembros de la secta que extienden por el orbe las máximas del prohombre que les instruye, acrecentando el eco de sus palabras hasta nuestros días. Siempre dejando tras de sí una inevitable cohorte de pasiones. Este Kierkegaard de la Antigüedad, experimenta con el mayor dramatismo la vivencia intensa de la existencia, y lo hace con temor y temblor. Sus palabras hablan de placidez, pero el tono que emplea atestigua desesperación.

Y más allá de las emociones que concita, Epicuro pasa por ser el filósofo de la imperturbabilidad, del naturalismo, del Jardín y del placer. A ellos debe gloria y persecución, amores y odios, todo al mismo tiempo. No pocos aspectos de la doctrina epicúrea se acoplan en el sistema que lo sostiene con gran dificultad; hay en ella presentes demasiada incoherencia y sospechosa incongruencia como para dejarlas pasar sin dedicarles un mínimo de atención. Lejos estoy de ofrecer una solución al secreto de Epicuro; cerca me hallo, en cambio, de aproximarme a él para verlo así un poco más claro.



2
Epicuro en tiempos de arrebato

Ciertamente, los acontecimientos históricos que rodean la vida de Epicuro fueron de suma agitación e inseguridad, y si nos dejamos llevar por expresiones de tono melodramático, deberemos reconocer que el tiempo en que vivió no favorecía la efervescencia del ánimo, aunque tampoco expliquen de modo convincente su profunda zozobra. Sí, Epicuro vivió tiempos terribles, mas, ¿cuándo no lo han sido para el hombre? La filosofía epicúrea es contemporánea, entre otras, del estoicismo y el escepticismo, y si bien éstas recogen lo mismo que aquélla el sentir general de la contemplación de un mundo y un modo de vida que se hacen añicos bajo el peso de la Historia y de la perplejidad de una nueva existencia que modelar, no por ello se dejan llevar por la grande desolación y la suma prevención.

El filósofo y emperador romano Marco Aurelio, tradicionalmente encuadrado en las filas del nuevo estoicismo, vive en el siglo II –durante la época denominada por E.R. Dodds an Age of Anxiety (época de Ansiedad o Angustia)– asediado por los bárbaros que le obligan a ocuparse más de lo que hubiese deseado en la dirección de inacabables campañas militares, fue también espectador de una sociedad y un poder en Roma viciados en su raíz y heridos de muerte. No por ello se revuelca en el lodo de la condolencia ni en la desesperación, sino que protagonista activo de su tiempo asiste al ocaso de la gloria con la sensación del que nunca la ha probado, con desengaño y prevención pero nunca con resentimiento ni debilidad, cumpliendo con sus deberes de mandatario, de filósofo y de hombre. Se protege de los zarpazos de la vida, mas no la maldice ni la niega, sino que procura congraciarse con ella y dominarla, en la medida de las fuerzas humanas.

«Acontezca exteriormente lo que se quiera a los que están expuestos a ser afectados por este accidente. Pues aquéllos, si quieren, se quejarán de sus sufrimientos, pero yo, en tanto no imagine que lo acontecido es un mal, todavía no he sufrido daño alguno. Y de mí depende no imaginarlo.» (Marco Aurelio, Meditaciones).

Los hombres no vivimos buenos ni malos tiempos, en absoluto; todos son propicios para el hombre si es capaz de acomodarse a ellos y de relativizar los efectos que acarician la epidermis, o la azotan. No corresponde al hombre decidir el tiempo que le toca vivir, sino fortalecerse a fin de que le toque lo mejor de cada momento.

La Grecia que contempla Epicuro recorre la era helenística, la cual transcurre durante tres siglos, desde la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) hasta el fin de la República romana (año 31 a. C.), un cierre simbolizado en los libros de historia por la derrota de Marco Antonio en la batalla de Actium, para mayor gloria de Octavio. No son, en efecto, instantes benignos. El escenario que vio crecer y florecer la filosofía clásica, la polis griega, y Atenas en concreto, no acoge ya las expectativas del hombre, que se ve lanzado al mundo sin fronteras ni asideros. Las guerras del Peloponeso ya anunciaron el final de un periodo de cierto ensimismamiento narcisista como el que se vivía en los años de la autarquía política. Alejandro con sus conquistas sólo sentencia aquello que estaba anunciado; por no decir sentenciado por el destino.

Para la conciencia del hombre de aquellos años, la política mengua como arte de vivir a medida que crece la autarquía como arte de sobrevivir por sí mismo. Se ve solo frente al mundo y es momento de descubrirse plenamente ante todos. Sócrates había querido preparar al hombre para que cuidara de sí mismo (que no otra cosa es la ética), para que educara y disciplinara la vida interior mediante el ejercicio de la virtud en el marco de la ciudad. Con el cambio de Era, ya no cuenta mucho la ciudadanía, ni se puede vivir en ella ni merece la pena dar la vida por ella.

Diógenes de Sínope, ese «Sócrates enloquecido», se burlaba del cualquier género de patriotismo, grande o chico. Por su parte, Epicuro, ese «Sócrates apesadumbrado», tampoco sabe con exactitud lo que tal término connota. Nace en Samos el año 341, de padres nacidos en Atenas, aunque expulsados de la ciudad debido a las onerosas condiciones impuestas por los nuevos legisladores de la ciudad. Ese sentido de la procedencia escindida e incompleta, heredada pero desahuciada, decide los pasos futuros. La condición de colonos de sus progenitores, y la repercusión en el propio filósofo, componen una experiencia determinante: «Epicuro procedía –como los estoicos– de la diáspora helena.» (Pierre Aubenque). Acude a Atenas el año 323 con el fin de prestar su servicio militar y adquirir así de pleno derecho la condición de ciudadano ateniense. Por entonces muere Alejandro, y Diógenes y Aristóteles no tardarán en seguir sus pasos hacia la postrera morada. Atenas se ve a sí misma arrastrada por la marcha fúnebre, sin grandes pompas ni honras, y también fiel a sí misma y a sus prohombres les acompaña en las exequias, que son también las suyas, les sigue hasta el final, hasta su fin.

Epicuro sólo halla en la ciudad una sombra de la pasada celebridad de ésta, un espectro de lo que fue. Paul Nizan retrata un panorama devastador: «Sangre, incendios, muertes, pillajes: es el tiempo de Epicuro. Atenas es víctima de la miseria política y económica.» (Los materialistas en la Antigüedad). Entre la ley de la ciudad y la ley de la sangre, este personaje trágico, esta versión masculina de Antígona, elige la segunda, que le conduce a Colofón, donde a la sazón habían sido arrastrados sus padres a causa de una nueva expulsión. Nuevas raíces y nuevas decepciones, más experiencias de una vida de destierro sin sentido que informan a Epicuro sobre el significado de la desgracia. Allí se instala durante diez años, periodo en el que comienza a dar forma al aprendizaje de la filosofía.

Desde un primer momento, su instrucción resultó bastante turbulenta y conflictiva. Cuenta Diógenes Laercio (Vidas y opiniones de los filósofos más ilustres, X, 2), comentando una noticia de Apolodoro el epicúreo, que desde joven, Epicuro fue iniciado en los estudios de filosofía mostrando un gran disgusto por el hecho de que sus profesores no le explicaran convincentemente los fundamentos del Caos según Hesíodo. Antes de la estancia primera en Atenas había tenido noticia del pensamiento de Platón a través del filósofo Pánfilo, pero como nos relata el historiador que más información nos ha transmitido de sus hazañas y palabras, citando en esta ocasión a Timon, Epicuro demostró ser un discípulo «descarado», «malcriado» e «indisciplinado». Durante su estancia en Colofón dio pruebas de que esta descripción no es exagerada.

Resulta que próxima a esta villa se localiza Teos, lugar donde residía Nausífanes, filósofo seguidor de Demócrito. Se ha debatido mucho sobre hasta qué punto influyó el maestro de Abdera en la recepción del atomismo filosófico en Epicuro, pero lo cierto es que sus relaciones no resultaron muy afables. En una carta que se conserva lo distingue con el apelativo de «molusco», y añade: «Era, en efecto, un individuo de mala calaña, que profesaba una doctrina con la que era imposible llegar a la sabiduría.»


Para tratarse de un hombre que se enorgullecía de ser amigo de sus amigos, que se mostraba afable y piadoso en su ámbito próximo y vecinal, Epicuro mostró hacia la humanidad más displicencia que atención: «Jamás pretendí agradar al vulgo. Pues lo que a él agradaba no lo aprendí yo, y, por contra, lo que sabía yo estaba lejos de su comprensión.» Hacia los adversarios filosóficos exhibió, asimismo, una agresividad y fiereza impropias de quien predica mesura y moderación en el alma como medicina de serenidad. Sorprende esta circunstancia, y creo que debe consignarse y reparar en las consecuencias, así como en los motivos, que conlleva, sean estos patentes o disimulados. Porque la intemperancia de los arrimos hacia los demás en el epicureísmo está en el mismo origen del mismo, la cual una vez identificada, podremos darnos una pista para desembocar en el Jardín, allí donde pacen las raíces de la filosofía epicúrea, el secreto de sus razones.

Educado en el platonismo, lo rechaza; a Aristóteles lo menosprecia llamándole «libertino» y «glotón»; el atomismo que profesa renuncia de la herencia de Demócrito, y a Leucipo simplemente lo ignora; a los cínicos los califica de enemigos de Grecia; a los escépticos les obsequia con los epítetos de «ignorantes» e «iletrados» (Diógenes Laercio, Vidas, X, 4). Con los estoicos, en fin, los epicúreos mantuvieron las más crudas diferencias, al tratarse de dos filosofías muy cercanas y por tanto rivales. Por lo demás, al tiempo que presume de ser un esforzado autodidacto, desautoriza la vía de la paideia, que tan alta consideración y obra produjo en la Grecia de los años dorados, por ser superflua y por distraer a los hombres de las verdaderas prioridades. «De cualquier educación (paideia), hombre feliz, huye desplegando la vela más rauda.»

Ello no resulta un inconveniente para que ya en Colofón practique el oficio de maestro de escuela, y protesta airadamente en una carta cuando (supuestamente, Nausífanes) «me insultaba y me llamaba maestro en son de burla.». Tal vez fuese tildado de esa guisa, porque aconteció que en el mismo lugar y por aquellos años, Epicuro concibe el primer proyecto de escuela filosófica, haciéndose rodear de seguidores fieles, sus tres hermanos, con los que compartirá filosofía y apego toda su vida, y demostrando también desde el primer momento que Epicuro no arriesga ni se expone, sino que se protege en los valores seguros.

«La contemplación del prójimo es lo más hermoso siempre que los familiares en primer grado muestren concordia, que es lo que procura un apoyo importante a aquel resultado.» (Sentencias Vaticanas, 61).

Posteriormente, se muda a Mitilene, en la isla de Lesbos, donde la presencia de otros gimnasios rivales le dificulta la tarea de asentarse en igualdad de condiciones y en relaciones de competencia. Epicuro rehúye el conflicto y se traslada a Lampsaco, en los Dardanelos, como última parada antes de instalarse definitivamente en Atenas, el año 306 a.C. Por entonces, ya dispone de suficiente experiencia de la vida, de la sabiduría, de los imponderables y riesgos que conlleva, así como de los necesarios seguidores (Hermarco, Colotes, Metrodoro, Leonteo y su mujer, Temista, e Idomeneo, se le han unido durante el periplo anterior), para poder llevar a cabo el gran proyecto personal e intelectual: la apertura de un centro en Atenas que pasará a los anales con el nombre de Jardín. Allí converge el periplo misionero de Epicuro, forma su leal secta e inicia su misión de salvarse del mundo. Sobre la estructura interna, valor y significado hablaremos más adelante con más detalle, pues es objeto predominante, mas no precipitado, de esta indagación la consideración de dicho ámbito en la filosofía epicúrea.

Notas

{1} El presente artículo reproduce las primeras secciones del capítulo de mi ensayo Saber del ámbito. Sobre dominios y esferas en el orbe de la filosofía (Síntesis, Madrid, 2001), titulado «El Jardín de Epicuro y sus reservas», págs. 125-152. El resto del texto original será publicado en números posteriores de la revista. He introducido algunos pequeños cambios de orden gramatical y de estilo.

{2} «Pues en cuanto tu doctrina, producto de una mente divina, empieza a proclamar la esencia de las cosas, se diluyen los terrores del alma, las fortificaciones del mundo se abren y vislumbro, a través del inmenso vacío, producirse las cosas.» (De rerum natura, III, 14-17).

{3} «Sus tumbas tienen en este lado, Epicuro y sus secuaces, quienes aseguran que el alma con el cuerpo muere.» (La Divina Comedia, Infierno, X).

sensacional de filosofos: Nietzsche y el caballo.

sensacional de filosofos: Nietzsche y el caballo.: Turín, 3 de Enero de 1889 ese día el filólogo salio de su hotel y al dar unos pasos se percato de una escena en que un cochero daba...