viernes, 31 de mayo de 2013

HOY ES EL MEJOR DÍA

VIDEO DE MOTIVACIÓN: QUE TENGAS UN EXCELENTE DÍA

Reseña de Heráclito, vida y obra.

Filósofos presocráticos y esencia.
Los filósofos presocráticos tienen como punto en común la búsqueda de la esencia de lo existente (el arkhé), apuntando más allá de lo sensible para buscar las causas de nuestro origen. Algunos de ellos sitúan nuestra génesis en los elementos (agua, tierra, aire, fuego), mientras que otros lo nombran y describen de diversas formas (apeiron, nous). En cualquier caso, todos ellos describen un proceso de creación o composición del universo (kosmos), cimentado en la idea de naturaleza (physis) de las cosas sensibles completada por la causa generadora particular dependiendo del autor.

En este contexto debemos ubicar a Heráclito, el autor que nos ocupa. Este pensador, cuyo origen hallamos en la Jonia, fue natural de Éfeso (544 a.C. - 484 a.C.). Diógenes Laercio (filosofo contemporáneo de Heráclito y perteneciente a la escuela de los cínicos) le atribuyó un libro titulado “Sobre la naturaleza”, que, dividido en tres partes, versaría sobre cosmología, política y teología, pero no solo no se poseen pruebas concluyentes de que el de Éfeso escribiese este libro, sino que muchos indicios parecen apuntar lo contrario. De su obra refrendada conservamos más de un ciento de sentencias inconexas, pero este hecho no presenta un inconveniente al referirnos a Heráclito, pues el estilo literario que eligió fueron los aforismos, sentencias independientes de carácter críptico. Esta singular forma de expresión nos lleva por asociación al Oráculo de Delfos.

A este templo, dedicado a los dioses Apolo y Dionisos y situado al pie del Monte Parnaso, se dirigían los griegos para preguntar a las deidades sobre sus inquietudes. Allí, tras ofrecer un sacrificio, la sacerdotisa (Pitia) daba su respuesta, que era transcrita en aforismos y entregada al consultante por medio de un sacerdote. Pero Delfos no solo fue un lugar de oración y consulta para los griegos. Delfos representa el origen del saber, si queremos, el símbolo del llamado "Paso del Mito al Logos", pues mediante la interpretación del oráculo se nos insta a buscar la respuesta en la racionalidad más que en el dios en sí. Los dioses están, pero es el hombre el que ha de mirar más allá de sí y de lo divino para encontrar las respuestas que busca.

En este tiempo, alrededor de esta búsqueda, nació la filosofía. Lo que destaca precisamente a Heráclito dentro de este proceso es que fue el único en su época en utilizar el aforismo como método principal para divulgar sus enseñanzas. Utilizó el sistema de comunicación del oráculo para desarrollar una completa proposición sobre el orden de todo lo existente y, a la vez, fue probablemente el más apasionado defensor de sus teorías. Tras poner en duda el hecho de que el origen de lo existente está en los dioses, apuntala sus enseñanzas con un deje de religiosidad, afirmando dormidos a aquellos que no pueden ver o entender lo que afirma. El de Éfeso conjuga como ningún otro verdad absoluta y racionalidad, y es precisamente esto lo que le vincula de manera singular a Delfos por lo que representa, convirtiéndose a la vez en una extensión –como perteneciente al movimiento de razón del que Delfos es centro– y en una alternativa –usando el mismo recurso, pero en otra dirección.

Heráclito ofrece pues un sistema de respuestas para el mundo que percibimos. El jonio nos insta a echar un vistazo tras la cortina de nuestros sentidos. Nos habla del alma, del orden del universo y del lugar que los dioses ocupan en dicho sistema. Su pensamiento nos permite, por tanto, adentrarnos en las que tradicionalmente han sido las preocupaciones más hondas del ser humano.
Fuente: Impresiones Vivas

miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Cuál es la verdadera ventaja competitiva del milenio?


*) Ing. Ricardo Yohalmo León E. - Respuesta: LA INNOVACIÓN… radical. Al menos eso es lo que dice Gary Hamel, a quien “The Economist” llama El mago mundial reinante de la estrategia. Pero no está solo en su opinión: hace 30 años lo dijo el venerable Peter Drucker: “Las empresas son mercadeo e innovación”; hace 20 años lo dijo Michael Porter: ”Hoy día, la única manera de tener una ventaja competitiva es mediante la innovación y la actualización”. El recientemente lo dijo Aníbal Cavaco, Presidente de Portugal y de la XIX Cumbre Iberoamericana celebrada en Estoril, 30 de noviembre 2009:

“INNOVACION es uno de los principales motores del desarrollo y de la creación de puestos de trabajo y, por ende, puede facilitar la inclusión social. El otro pilar debería ser, precisamente, el CONOCIMIENTO.”

¿Cuál es la verdadera ventaja competitiva del milenio?

Refiriéndose a América Latina, Ángel Gurría, Secretario General de la OCDE (el club de 31 países ricos al que hace poco se sumó Chile, el segundo de América Latina en ese organismo después de México), dijo en enero de 2010:

“La respuesta no es ningún misterio: la región debe innovar más y mejor, invirtiendo de manera más activa y decidida en una economía basada en el conocimiento.”

Pero a los innovadores no les va muy bien en América Latina. Son reprimidos a menudo porque tienen ideas que son contrarias a la “sabiduría tradicional”, a los que hacen las cosas “como siempre se han hecho”. Por lo general no son bien vistos por los colegas ni por los jefes y sus contribuciones no se aprecian lo suficiente.

Suele ocurrir que cuando no se les hace caso, dejen la empresa y empiecen sus propios negocios. Steve Wosniak se fue de Atari cuando no lo dejaron hacer una computadora amigable. Fundó Apple con Steve Jobs. ¿Qué es Apple ahora, 2010?

“Apple es por mucho la mejor compañía de tecnología en el planeta, la mas innovadora”, opinó el analista Brian Marshall de la firma Broadpoint AmTech.

Por eso las compañías progresistas como 3M e IBM tratan de desarrollar un ambiente organizacional que promueva la innovación dentro de la compañía. ¿Cómo se fomenta la innovación en su empresa?

Lea lo que dice Gary Hamel sobre el tema, es probable que le genere buenas ideas al respecto.

1. Haga de la innovación radical una capacidad profundamente arraigada.

2. El futuro es algo que uno mismo puede crear, no algo que le ocurra a uno.

3. Las prácticas administrativas de la era industrial son un pasivo (ESTAN PASADAS DE MODA) en el mundo de hoy.

4. En alguna parte hay una bala destinada para su compañía; en alguna parte hay un competidor no nacido aún y desconocido que le dejará obsoleta su estrategia. No se puede evitar el balazo. Hay que disparar primero. Habrá que ser más innovador que los innovadores.

5. No hay que perder el tiempo preocupándose por el CÓMO (Cómo hacíamos las cosas, cómo operar, cómo ser eficientes). Ahora hay que invertir el tiempo preocupándose por el QUÉ (Qué oportunidades aprovechar, qué asociaciones formar, qué tecnologías apoyar). Inventar nuevos qué es la clave de la nueva resolución.

6. En un mundo no lineal, sólo las ideas no lineales crearán nueva riqueza.

7. No es fácil aumentar las utilidades con una estrategia de más de lo mismo.

8. El cambio no viene de arriba (¿Cuándo una monarquía ha iniciado una revolución?) El cambio se origina en la base. Lo que tienen que hacer los que tienen poder es apoyar las ideas revolucionarias de los “locos” que presienten el futuro mejor que los conformistas, o lo que es lo mismo: escuche a los insatisfechos; estos son los que originan los cambios.

9. Ahora todo el mundo sabe que vivimos en un mundo tan complejo y tan incierto que las compañías de control autoritario están llamadas a fracasar.

10. Millares de empleados son ahora accionistas: son a la vez proveedores y propietarios.

¿Cómo le va a América Latina en materia de innovación?

Ocupa los últimos puestos. El Salvador ocupa el puesto 113, Honduras 111, Nicaragua 117 y así por el estilo (Datos del Foro Económico Mundial, 2009). Pero hay esperanzas: Costa Rica está en el puesto 34 y Chile el 49. En productividad nos va mejor. Mientras China aumentó su productividad un 219% de 1960 a 2005, Nicaragua, en cambio, perdió un 63%, Venezuela 47% y El Salvador 42% (Datos del BID, 2009). O sea que vamos para atrás como el cangrejo. Para hacer un cambio, los empresarios salvadoreños tienen la palabra.

Según Gurría, “convertir a los países de América Latina y el Caribe en polos de innovación requiere una colaboración conjunta de todas las administraciones”, pero este “cambio cultural también tiene que suceder en el sector empresarial”.

O sea que, Señores Empresarios, son tiempos de cambio. Si seguimos haciendo lo mismo, vamos a conseguir lo mismo.

(*) Master en Administración de Empresas. (INCAE Business School). Consultoría y Capacitación Empresarial.

Entorno Empresarial 2 de mayo de 2013

lunes, 13 de mayo de 2013

POSMODERNIDAD Y LÓGICA CULTURAL DEL CAPITALISMO,


Primera entrada sobre el tema POSMODERNIDAD  Y LÓGICA CULTURAL DEL CAPITALISMO, o
reflexiones sobre el dichoso y triunfante capitalismo y sobre la no menos dichosa posmodernidad, a través de dos obras consideradas emblemáticas sobre ambas cuestiones:El giro cultural de Fredric Jameson y Las contradicciones culturales del capitalismo de Daniel Bell.

                El hecho de  escoger estos dos autores es porque ambos analizan, de manera distinta pero complementaria, los  fenómenos de la cultura y el capitalismo y su implicación en la sociedad. Así pues son dos  puntos de vista distintos, el de el liberalismo del profesor de Harvard, Daniel Bell, quien ya había analizado en sus obras anteriores al capitalismo: El fin de la ideología y El advenimiento de la sociedad postindustrial, y el de Fredric Jameson, crítico de ideología marxista que ha analizado en numerosos artículos y libros las relaciones entre el capitalismo y la cultura, así como el fenómeno del posmodernismo. La conexión entre ambos no es otro que, como señala Jameson, la indiferenciación de estos dos campos, de manera tal que la economía llegó a superponerse con la cultura, que todo, incluidas la producción de mercancías y las altas finanzas especulativas, se ha vuelto cultural, y que la cultura pasó a ser profundamente económica u orientada a las mercancías, así como el valor de ruptura que ambos le dan a la cultura en su análisis de la sociedad, aunque de manera diferente.
El giro cultural

Esta obra recoge una serie de artículos o ensayos, práctica habitual en Jameson, que van desde la década de los años 80 hasta finales de los 90, y tienen como reflexión principal, la posmodernidad y las relaciones tan extrañamente estructuradas en que la economía y la cultura se mezclan entre sí. Una de sus tesis es que esta relación no es un proceso de dirección única sino una interacción que muestra como la producción posmoderna de mercancías es algo cultural. La imagen es básica en los mercados y este mundo se convierte en una fuente de ingresos, donde como vemos, ya no hay lugar ni para el ocio gratuito. Los primeros  artículos refundan publicaciones anteriores, entre ellos el famoso la Lógica cultural del capitalismo tardío, en los que utiliza el ejemplo de la arquitectura para captar la ruptura con lo moderno que se mostraría  en la capacidad de integración en el paisaje, los nuevos espacios,…y la integración de estas obras en el discurso teórico nuevo que suplante al filosófico. Un fenómeno que llama pastiche como copia negativa o imitación triste del original, que ni siquiera llega a la parodia burlesca de un individualismo  presentado como un mito que nunca existió o que sólo fue posible en la era clásica del capitalismo, habiendo desaparecido en la burocracia económica actual. Así que parece que la lógica del capitalismo no era sólo no pagar impuestos sino anular al individuo para confinarlo en el sistema de masas que surgió al final de la 2ª gran guerra y que ha sido descrito como sociedad de consumo o posindustrial. Esta fecha le parece correcta a Jameson para datar el comienzo del posmodernismo relacionándolo con el momento en que la estética y los autores del alto modernismo ingresaron en la academia establecida y sus mercancías artísticas tuvieron gran éxito, al menos comercialmente. El posmodernismo es caracterizado en los debates estéticos como político, debido a la infección que la contrarrevolucionaria conservadora supuso en lo político al asimilar el alto modernismo con posmodernismo. 
       Lyotard y Tafuri son ejemplos de ambivalencia, si el primero opta por la innovación estética,  el último sigue en la tradición marxista tradicional que afirma el pesimismo del sistema capitalista, diagnóstico que denuncia la utopía nueva de la tecnología que modela la cultura misma, su producción y su inclusión en el sistema del capitalismo tardío y astuto. Para Perry Anderson el enfoque de Jameson sobre el posmodernismo es totalizador, incluyendo el devenir histórico del fin de la ideología por el fracaso socialista y la deriva a una sociedad postindustrial y a la tercera fase del capitalismo propuesta por Mandel. Al menos puede teorizar desde una perspectiva marxista viable que teoriza la lógica específica de la producción cultural y no sólo la critique. Este sería el sentido de su enfoque totalizador  del posmodernismo, concepto que se refiere a la noción de estructura y que remite, con Althusser, a uno sólo: modos de producción que cambiarán con las situaciones históricas o con los paradigmas nuevos, o con un nuevo proletariado internacional como sujeto de la historia. Algo que no puede ser el ejecutivo actual, paradigma del triunfo de la ideología actual.  Quizá peca de optimismo cuando dice que el capitalismo global sigue su nuevo camino sin las precauciones tradicionales, como si el capital no fuera hegelianamente astuto y camaleónico. Da en cambio otra definición de posmodernismo como periodo transicional entre dos fases del capitalismo, en que las formas anteriores de lo económico incluidos los productores están en proceso de reestructuración. Esto parece necesitar una proletarización a escala global un mapeo cognitivo que se daría en una nueva conciencia de clase. En las antinomias de la posmodernidad, que retomará y ampliará posteriormente en su libro Semillas del tiempo, configura las paradojas de las representaciones del espacio y tiempo, que como ideología supone captar el cambio estructural del modo de producción, por su propio tempo.  Lo demás es estasis, intentos vanos utópicos, equivalencia entre la persistencia de lo mismo, moda y estandarización, imagen única que recuerda el renacimiento de la historia que Kojeve  creyó encontrar en Hegel y Marx, el valor igual de los sujetos económicos y jurídicos en el capitalismo y en el comunismo, la posmodernidad misma, el viejo fin de la ideología, que junto al fin del arte del capítulo siguiente configuran la denuncia del fin de la subversión cultural pues ha pasado a ser producción de mercancías y la especulación ha pasado a ser cultural. La sustitución de lo sublime por lo bello, comercialmente, en el posmodernismo. 
        La idea de Fukuyama que sobresaltó al mundo, según P Anderson, que el capitalismo y el mercado son la forma final de la historia humana no tiene en cuenta que la historia sigue adelante, empeorando a ratos, como se ve, lo que Marx ya imaginó para sistemas o modos de producción en una línea que Hegel definió como la lucha del amo y el esclavo: el reconocimiento como motor de la historia. En transformaciones de la imagen parte de una caracterización del posmodernismo como fin de algo. Todo lo emergente parece acabar con lo anterior, en este caso el modernismo. Pero el discurso utilizado toma la forma del pastiche, forma posmoderna de aglutinar la estética antigua, las teorías políticas anteriores, las miradas del individuo que volverá a caer en la burocracia del poder un retorno a lo estético que presupone con Lyotard, que el posmodernismo precede al modernismo preparando su surgimiento. Sin embargo la cultura comercial, e incluso la nostalgia vive de los estereotipos. Al nuevo arte moderno siempre le acompañó la subversión y la crítica, fue un arma política. La cultura comercializada con la absorción de todas las formas de arte convierte la imagen en mercancía, no se puede esperar de ella la negación de la lógica de producción de mercancías. Toda belleza es hoy engañosa y su apelación una maniobra ideológica y no un recurso creativo. Los dos últimos capítulos tratan, en cierta forma sobre lo mismo: las relaciones entre cultura/capital/estética/corrupción. Siguiendo a Arrigi y homenajeando a Mandel y su afortunada expresión del capitalismo tardío  desarrolla su esquema clásico y el telos de Arrigi que muestra como el dichoso capital sabe buscar su fin en espiral, escondiéndose de la línea recta, algo que Marx había postulado en los Grundrisse, socavando las economías tradicionales pre-capitalistas  y actualmente las avanzadas, como un virus mutante. Aprovechando los casos de corrupción de Manhattan con la especulación del suelo nos señala el último eslabón: el que conduce desde el capital financiero a través de la especulación de la tierra a la estética o producción cultural, en este caso la arquitectura, que en paralelo a la simetría de las cuatro torres del hotel Bonaventura del primer capítulo vemos como  nos desorienta, nos confunde. No sabemos a qué torre  señalar, nos hace dudar de dónde venimos hurtándonos  el camino de salida. Y en eso estamos.
Fuente: Impresiones Vivas 12 de mayo de 2013

domingo, 12 de mayo de 2013

La dificultad de los textos filosóficos, (y de los que no lo son)


La dificultad para comprender el texto.
                Oí decir a Savater, que la filosofía es como entender un chiste, lo coges o no. Siguiendo con el ejemplo, confieso que a veces no entiendo a  ciertos autores, sus textos, o me producen aversión por diferentes motivos, entre ellos el superfluo del mal estilo literario o mal gusto. Con los textos filosóficos, me ocurre lo mismo. Al final de su libro, Qué es leer: la invención del texto en filosofía, Paco Vidarte hace una reflexión sobre las dificultades para leer, descifrar los textos filosóficos. Nos dice que todos tenemos una forma de leer, aprendida con la experiencia porque es la que más nos permite ver, y en sentido heideggeriano ver es comprehender, que nos acerca a la comprensión del texto, con lo que imitamos a quienes hacen las cosas de una sola manera porque es la única que nos proporciona buenos resultados. ¿Pero qué pasa si como Gadamer dijo: los textos de filosofía no son propiamente textos, sino aportaciones a una conversación a través de los tiempos? La lectura de un texto filosófico deriva a otra dificultad, parece que entonces la tesis básica de la hermenéutica se concreta en la defensa de que  la comprensión, articulada en una interpretación que entraña un momento también de aplicación, modifica nuestra pre-comprensión, nuestro modo de estar en el mundo, es decir, es una acción conformadora del mismo, como si la hermenéutica filosófica defendiera un acontecer de un lenguaje universal que pudiera explicar todo el mundo. Para Gadamer, (Verdad y método), parece que al interpretar un texto de filosofía se da una experiencia de verdad cuya estructura es la de una mediación entre nuestra visión lingüística del mundo y la lengua del texto; el texto sólo se presenta a la comprensión en el contexto de la interpretación, implica al lector, cuya función, la tarea de la interpretación y aplicación son momento de la comprensión misma. Ya Vattimo definió la hermenéutica como el discurso rigurosamente teórico que concierne al modo de darse el ser en nuestra experiencia y Gadamer asume la ruptura heideggeriana entre sujeto y objeto, lo que le llevará al comprensión de la verdad como aletheia.  Ahora bien, si a  partir de Descartes, se invierte la idea de representación platónica para ir afirmando el mundo de la representación, el ser pasa como categoría de presencia, a ponerse en relación con el ser humano. Sujeto y objeto, reflexión e intuición son categorías indisociables y complementarias de la representación. Representar como captar y comprender, filosofía entonces del concepto, que es al final una teoría de la identidad, creada por una subjetividad que lleva al rechazo de la diferencia entre el ser y el ente. Cristina de Peretti dice que: “No deja el texto al sujeto como fundamento de sentido, ya que sería una subjetividad metafísica, cuando con Heidegger, sabemos  que el hombre y el ser es copertenencia”. El texto aparece como una transición capaz de ejecutar, de lanzar un nuevo pensamiento, cuando lo leemos sin dactilografía, sin pasar el dedo por las líneas, como esa forma obtusa de leer que nos señala Vidarte. Cuando nos absorbe la trama, el tejido y transforma el pensamiento esencialmente. Ahora bien, si el pensamiento se expresa por la voz, el significante sólo deja huella en los demás, en su conciencia a través del signo. Como quiere Derrida, se vive y se dice como exclusión de la escritura, de ese recurso a un significante exterior, sensible y espacial. Hay un rechazo occidental a esa escritura, pues el habla se asemeja al logos, se desprecia la escritura rebajándola a una categoría secundaria por no decir violenta frente a ese logos-palabra. El logocentrismo que supera Derrida con la diseminación, lo que no vuelve al orden, que hace que el autor ya no sea el significado último de un texto. Ausencia de voz como escritura, en la que toda voz se convierte en signo iterable en ausencia de cualquier intento de comunicación. Todo significado es significante cuando está en la cadena de las significaciones. Si el signo representa a la cosa misma, si hace presente una ausencia, sólo puede pensarse a partir de la presencia diferida. Problema de la escritura como problema de la metafísica.
        El concepto unitario, homogéneo del texto, quizá deba desestructurarse, como dice Ana Martínez, en Interpretar en Filosofía. Cuando como lectores nos enfrentamos a un texto singular, la interpretación que nos sitúa frente a él, en posición de lector/texto, ya ha tenido lugar, ya han sido organizadas por una serie de presupuestos, eso sí anteriores, así como por una red de significaciones que escapan al control deliberado del lector. Y no exclusivamente en lo que respecta a la clausura del sentido del texto, también en la imagen de lo existente, lo dado, el mundo, la verdad, actúan como criterios igualmente naturales y dadores del sentido. El concepto del texto: la relación entre lo universal y lo singular,  y los límites del texto: práctica “singular” permanente al enfrentarnos a la interpretación. Derrida ha dicho: “Lo que yo llamo texto es también lo que inscribe y desborda prácticamente los límites de tal discurso. Este texto se encuentra en general dondequiera que ese discurso y su orden, (esencia, sentido, verdad, querer-decir….) son desbordados. Una escritura y una literatura que no son tipos determinados sino  una reinscripción.
        El texto debe ser observado  entonces como una actividad, si cada vez que se lee un texto se ve uno obligado a reconsiderar la pertinencia de la estrategia general de la deconstrucción filosófica.  Porque el texto siempre falla.  Y si esto pasa debemos entonces deconstruir el texto, la escritura, el discurso y lo filosófico mismo, des-marcar los vocabularios clásicos, sus nomenclaturas y sus usos, desestructurar sus órdenes discursivos, suspender los valores asociados a esas órdenes y límites a partir de los cuales las filosofías y sus interpretaciones son practicables. Abrir una posibilidad a la interpretación como crisis de sentido.  Derrida dijo : “He intentado sistematizar la crítica deconstructiva precisamente contra la autoridad del sentido, como significado trascendental o como telos….contra la historia determinada, en última instancia como historia del sentido, la historia en su representación  logocéntrica, metafísica, idealista…”. El fallo quizá obedece no tanto a la esencia de la interpretación, ni a su límite, sino a la deconstrucción como lectura estratégica singular. Lo que muestra es que cada lectura singular vuelve a poner en cuestión todo acto de interpretación, no es la multiplicación de sentido y valor, es la capacidad de organizar el azar y la contingencia que envuelve cada acto de lectura.  Lecturas que intentamos traer a nuestro bando vital.
       Leemos como vivimos, con nuestras experiencias y nuestras creencias adoptadas, más o menos duraderas que nos tiñen la conciencia de fobias, filias, deseos, tradiciones o anhelos de comprensión que nos satisfagan. Invitamos a un texto a que nos complazca, esperamos de él que se reúna con nuestra preparada impresión, que entre a dialogar con la casa de acogida aunque sea,  a veces, dejando fuera otros conceptos que nos aportarían nuevos sentidos. Tendemos a reconocer nuestras calles, nuestro barrio en los mapas que dibujan los textos. Leemos y creemos, nos dice Vidarte, nos acostumbramos, caemos en la repetición, cuando leemos y cuando escribimos, no somos autores, somos repeticiones de los anteriores autores del mundo: como quiere Barthes, matar al autor, sólo hallar el goce que produce el texto. Alternativas difíciles de conjugar: quizá como reunión heideggeriana, como la voz dialogante con uno mismo de Gadamer, con la diseminación derridiana o quizá somos producción de nuevos sentidos a partir de la mímesis creadora como quiere Ricoeur. A veces se da el caso de que descubrimos dentro del barrio trillado de nuestra forma de leer, nuevos callejones, líneas de fuga, en rizoma, arborescentes, descubrimos el acontecimiento al repetir nuestros pasos, nuestros senderos repetidos. Ricoeur dice que no hay autonomía en el texto, que es inconcluso, siempre necesita del lector, que la lectura forma parte del texto, está inscrita en él. Vidarte dice que ninguna lectura es incapaz de agotar el texto, sólo despliega una parte de él, es ganancia y pérdida. La lectura siempre se verá excedida por el texto. Juego cruel, que se soporta sobre las estrategias que diseñan los jugadores implicados, el texto, el autor y la lectura como recepción del lector. Ardua tarea de una hermenéutica que debe centrarse en la dinámica interna del texto como mediación de la auto-comprensión del lector cuya subjetividad debe constituirse, ante y por el texto, como un efecto textual que hace como quiere Ricoeur, que comprender un texto es comprendernos frente al texto, recibiendo de él un yo menos finito que antes de su lectura. Creciendo para mejor, espera uno, con el sentido de la escritura, en una suerte de Sammlung entendida como recolección de la verdad y el sentido. Sentido de la escritura que es ofrecido, muchas veces sino siempre, como nos dice J L Pardo, por las palabras de grado cero: garantizan y soportan la estructura del texto, de la red tejida de significantes, porque el sentido está en exceso en ellas, significan demasiadas cosas a fuerza de no significar ninguna en particular, se oponen a la ausencia de significantes, son la referencia mutua de los significantes que nos atrapan, aseguran la circulación de los significados que comprehendemos, que nos hacen desear sin que ostenten representación alguna, un deseo cualquiera. Y cualquiera es una palabra de grado cero por excelencia, lleva en su raíz el título de querer. El texto es también evocación, sugiere una llamada a constituirse en nosotros, hallar la diferencia, lo no dicho, lo escondido por otro: por el autor por las incongruencias vertidas o de otro texto, por ser incompleto. Pero esto es, significa otra ruta, otra forma de leer, otra estrategia a tomar ante las dimensiones posibles que impulsan las diferencias, el índice que nos lleva de la territorialidad a las desterritorialización en la búsqueda  del concepto. Función primordial de la filosofía, según Deleuze y Guattari, es crear conceptos, pero lejos de potenciar nuestro repertorio, nuestros dispositivos de comprensión, más parecen, a veces una potencia diabólica que nos equivoca, nos confunde, como si de una materia viva expresiva se tratara y que habla por sí misma. Si hemos de considerar, como quiere Foucault, a un autor como instaurador de discursos, ¿cómo hemos de considerar al texto? ¿Quizá, como instaurador de anomalías -o certezas- en la conciencia?
No somos inocentes ante el texto. Hay una insoportable separación entre la lectura y la escritura. La lectura nace del texto mismo y leemos, a veces, con una ambigüedad exasperante, su objeto es un todo múltiple, el arte, la sociedad, los gestos, y no es posible determinar una pertinencia de los múltiples niveles, y si no hay niveles es imposible saber quien tiene la primacía. Toda lectura parece que deviene en una impertinencia en su estructura, lo que provoca la perversión de la lectura es su pluralidad de sentidos: lugares de paso y de reunión- Sammlung-, tejido debido a una urdimbre que requiere del oído agazapado gadameriano, buscamos acaso las líneas de fuga, el modo de abrirse paso a lo que se escapa de los códigos, o leer a-significativamente, no buscar lo significados, esperando que el texto funcione por sí sólo, que no explique ni interprete, que no haya lector ávido de unívoco sentido pertrechado de un aparataje hermenéutico diseccionador.
        En definitiva podemos plantearnos ser más felices si sólo buscamos el placer de leer, sin buscar sus significantes o significados. Buscar en el texto lo que queremos que nos diga. Quizá no leeremos mejor, pero aplacamos la angustia de la búsqueda de sentido en una lectura dialógica, conciliadora, apaciguadora al fin de la Sammlung. Contra esta, habitar la diferencia, el desajuste, desunir en vez de re-unir. Significados y conceptos, mímesis y  acción, líneas de fuga, todo parte de rutas estructuradas, rizomáticas, salen y se hunden, avanzan, retroceden, dan vueltas hurtándonos su verdad, esa verdad tan autónomamente subjetiva, que nos invita a asentir si el texto asiente con nosotros. Decía Said, que la autonomía, la originalidad, era tomar el camino y desviarse. Nuestra postura quizá deba ser esa, no crear una barricada contra la angustia ni  tener un estilo definido de por vida, como dice Vidarte. Es tomar un camino desde la puerta de nuestra conciencia y desviarnos, leer un texto y buscar nuevos callejones, repetir los caminos para intentar encontrar algo escondido, al menos no cesar de andar en él y con el texto, queramos o no siempre volveremos al texto, como  se vuelve al (la) amante. Texto que nos pide ser fiel o infiel  según sea narrador o sembrador de extravíos. O sea, intentar coger el chiste.

Publicado por Agustina Cano

Liderazgo, empatía y conocimiento


“La empatía es una destreza básica de la comunicación
interpersonal, ella permite un entendimiento
sólido entre dos personas; en consecuencia,
la empatía es fundamental para comprender en
profundidad el mensaje del otro y establecer un diálogo”
‘Psico-pedagogía. Com’
Al alejarse de las extensas listas de características que “ha de tener” un líder exitoso, se debe fijar un mínimo de aptitudes indispensables que cualquier persona necesita tener para ser, o más bien para estar liderando conjuntos humanos razonablemente eficaces y emocionalmente saludables y armónicos; es decir: equipos humanos.

Para ser formados como líderes exitosos se deben desarrollar entre otras las siguientes actitudes:

El deseo, la voluntad de ser líder. Quien no desee serlo, carecerá obviamente de la segunda actitud.

La disposición para ser entrenado. En algunas circunstancias, los líderes surgen espontáneamente, es decir: “emergen”. No se nace líder, pero la situación puede hacerlo emerger. La mayoría de las veces, los líderes -sobre todo los democráticos- se hacen como resultado de un entrenamiento debidamente planificado.

Un nivel de inteligencia superior. Se requiere un nivel de inteligencia emocional superior al 90%.

Equilibrio emocional garantizado. Ésta es una de las consecuencias del conocimiento y de la comprensión de uno mismo, que constituye la base de la aptitud del líder tendente a la adquisición de conocimiento y comprensión de sus semejantes (jerárquicamente los superiores, los similares y los seguidores). Eso no solamente permite dar órdenes, a tener iniciativas y a dirigir al equipo de seguidores, sino que también a tener empatía (del vocablo griego εμπαθεια, “formado en el interior de”, y πάθoς, “sufrimiento, lo que se sufre”); es decir: la capacidad de ponerse en los zapatos del otro.

La empatía involucra la capacidad de escuchar, de recibir impresiones de las personas y del equipo de seguidores, particularmente: impresiones emocionales, necesidades y deseos, y de adjudicarles la importancia que realmente tienen para quien las vive en su realidad personal (sólo así podrá vivirse “en carne propia” lo sentido por la otra persona).

Las personas con cierto conocimiento de sí mismas, aún cuando tengan algunos fases de inmadurez emocional y con ciertos rasgos narcisistas y fronterizos del carácter, son capaces de gestionarlos convenientemente, evitando que interfieran en sus funciones como líderes y como personas. El narcisismo (amor a la imagen de sí mismo) es una alusión al mito de Narciso; expresado de otro modo: es el amor que dirige el sujeto a sí mismo tomado como objeto. Comunicado de otra manera: es el amor propio, según las representaciones o significados atribuidos a sí mismo, que han de guardar cohesión y coherencia. Entendido así, es un rasgo “normal”, pero que puede pasar a lo “anormal” cuando no hay suficiente estabilidad en las representaciones del sí mismo, ni suficiente cohesión ni coherencia entre esas representaciones ni gran discriminación entre las representaciones de sí mismo y los de los otros: todos los extremos son malos.

La inmadurez emocional puede llevar hacia reacciones inconvenientes; de aquí que la madurez emocional sea un imprescindible para saberse comportar equilibradamente en estrecha correspondencia con las circunstancias escenográficas en las que toque actuar.

Algunos de los estudiosos del liderazgo, comparan al líder ineficaz con una maquinaria primitiva, rígida, que no toma impresiones del ambiente; por ejemplo, un enfriador ambiental sin termostato: mientras se mantenga encendido, continua funcionando, aunque la gente se esté ahogando de calor o titiritando del frío: no hay quien controle o regule su funcionamiento.

De acuerdo con muchos tratadistas sobre el tema del liderazgo, consideran que un líder eficaz funciona como una maquinaria moderna, flexible, porque está autorregulada. Retomando el ejemplo del enfriador con termostato, aditamento que le permite captar impresiones del ambiente de modo que, si empieza a bajar o a subir inconvenientemente la intensidad del valor térmico, se desconecta y/o se conecta automáticamente al compresor para generar la entropía necesaria más allá de la válvula de expansión, conservando el ambiente a un clima programado, pre-establecido: agradable, conveniente.

Desde luego que el líder eficaz no es un camaleón; sabe ser firme en la conducción de su equipo humano hacia los objetivos propuestos.