lunes, 9 de noviembre de 2015

ENCUENTRO CON EL ANCIANO EN LA ORILLA DEL RÍO

Autor: Fiorenzo Campeotto L.


            Una mañana, al despertar, decidí caminar por una hermosa pradera para explorar los matices de sus hierbas que adornan su llanura, así como escuchar las armonías de cantos de las diversas especies de aves migratorias que cruzan  los infinitos horizontes; respirar la pureza de su aire que penetra en nuestro pulmones desintoxicando  de toda contaminación de un mundo industrializado y, finalmente, sentir la fresca brisa que acaricia mi rostro señalando el alba del amanecer.

            Escuche el agua de un fino y delicado riachuelo bailando al son de su transitar que viene desde la cima de la montaña y cruza por las vías de un destino entre piedras y arbustos. Decidí caminar hacia el ruido originado por las diversas y diminutas cascadas y, de pronto, visualice una silueta de una persona sentada a la orilla y de espalda a la pradera.

Era un anciano vestido con un traje marrón, pequeño sombrero de paja depositado en su cabeza y unas sandalias típicas de la zona conocida como “alpargatas”. Su rostro estaba adornado con su gris barba y su mirada reflejaba las experiencias de la vida, acompañada de la ternura que un padre refleja a sus  hijos.

            Me atreví, con cierto recelo, acercarme al desconocido, saludarlo con cortesía y educación
-¡Buenos días amigo!, ¡Qué lindo amanecer!

         El hombre volteó hacia la derecha para ver quién lo estaba saludando y, con toda su serenidad y dulzura, me respondió:
-¡Buenos días Señor!

          Me atreví hacer una pregunta:
-¿Es usted de aquí?

      El viejo afirmo con el gesto de la cabeza el “sí”. Luego proseguí buscar una conversación amena e iniciar el efecto empático con el anciano.

-Esto es una hermosura. ¡Qué divino es! ¡Qué grande y sabia es la naturaleza!

El viejo de la orilla volvió a girar su cabeza hacia mí,  con una sonrisa inocente que adornaba su rostro,  apuntó su mirada con la mía y dijo:
-Esto es Vida; es Vivir.

            Prosiguió el anciano:
-Fíjate el agua cristalina del río, en ella no hay ninguna maldad impregnada, está serena y sigue su curso, porque viene de arriba  y todo lo que viene de arriba es bueno; además, sabe hacia dónde va.

             En su camino consigue piedras de todo tamaño: unas grandes como aquella roca – señalando diagonalmente hacia su izquierda- y otras pequeñas como éstas –introdujo su mano derecha hacia en el agua y tomó un piedra marrón que abarcaba todo su puño-.

            Siguió comentado el anciano:
-A pesar de estas piedras que cruzan su camino y algunas se convierten en grandes obstáculos, con el tiempo adornan la belleza de su cauce y…¿sabes por qué?

¡No! –le respondí-

Porque el río no se detiene, sigue su rumbo y supera los obstáculos de su vida como riachuelo. –Me dijo el anciano- Por lo tanto, el  río conoce el efecto de la resiliencia, y ¿Sabes lo qué es?

            Le respondí,
-Conozco algo de ella. Supongo que es la capacidad que tiene cada persona por superar un momento de dolor dentro de su estado emocional.

            El anciano se echo a reír de mi comentario y volvió a tomar la palabra:
-Te invito a que metas tus pies descalzos aquí en esta orilla. –señalando una orilla cargada de todo tamaño de piedras, unas  grandes otras pequeñas, diferentes colores, negras, verdes por las algas, grises, blancas, etc-.

            Me atreví meter los pies y sentí el frió de su agua. Me incomodé y quise salir rápido hacia la orilla. El anciano se echo a reír y dijo:
-Tú eres un hombre valiente, lo estás demostrando; ¡Aguanta! camina, salta, baila, corre, lo que quieras hacer,  pero resiste,  no abandones; supera el dolor, la incomodidad del frío y te acostumbrarás a él, luego te atreverás meterte de nuevo al agua, sin miedo y sin vacilaciones.

            Así fue, permanecí en él,  unos quince minutos hasta que el anciano me dio la orden de salir del riachuelo. Prosiguió explicar lo que ocurrió con esa prueba.

-Esa es la Resiliencia. Superaste el dolor y la incomodidad que la fría agua y las piedras produjeron en ti. No abandones nunca tus proyectos, tus metas, tus sueños. Podrás  sentir dolor con pisar las piedras; podrás congelar tus pies  por el frío del agua del manantial, pero, sobre todas las cosas, resiste y nunca desistas; que tu vocabulario borre la expresión “no puedo”, porque las palabras decretan. Esto es lo que marca la diferencia entre triunfar o perder; entre el éxito o el fracaso. La decisión va ser tuya y la próxima vez,  no estaré allí para decir que aguantes y te quedes unos minutos más.

            Permanecí en silencio escuchando las palabras tan motivadoras y sabias del anciano. Solo en algunas conferencias había escuchado palabras de motivación; pero nunca de una persona directa y a solas con tanta sabiduría, amor y paz como aquel hombre de la orilla del río.

            Prosiguió comentando:
-Mira allá arriba. –Señalando el sentido contrario de la dirección de las aguas del cauce- Allá arriba nace este río y mira todo su trayecto, se ve cerca pero está lejos. Te has preguntado cuántas piedras, troncos, ramas y otros obstáculos se consiguió para avanzar. Quizás detenga su fuerza de empuje, pero el río sabe vencer y se filtra por ella hasta hacer un enorme agujero apartando todos estas barreras para tomar fuerza y seguir su dirección.

            Me estaba deleitando con su comentario, reflexionando palabra por palabra, mientras el anciano seguía hablando:
-Todas esas trabas, que el agua del río venció a través de su recorrido, adornan su belleza y limpia su Ser, quedando así purificada su esencia. Quizás las tormentas tiendan a romper su equilibrio, pero con la salida de nuevo del Sol, con el tiempo, retoma su normalidad.

            El anciano se dio cuenta que yo estaba atónito escuchando sus sabios argumento y tan solo pude decir:
-Cierto.

            Aquel hombre siguió con la metáfora y su similitud con  la vida de las personas:
-El río conoce su cauce y va haciendo camino, porque conoce su Ser, conoce lo que es: un río. Solo conociendo lo que es, vive en armonía y busca el equilibrio del ecosistema. No existe otra explicación de la “filosofía del río”.

-¡Wow! –exclamé. El anciano me acababa de decir los cuatro pilares elementales, base del Mundo Global según la UNESCO: aprender a conocer; aprender a Hacer; aprender a Convivir y aprender a Ser-.

            Por unos instantes, pensé que el anciano no era una persona forastera común, aunque sus rasgos físicos y su forma de vestir eran típicos de las personas campesinas de la zona. Él  representaba algo más, misterioso pero  digno de estar a su lado por sus consejos. Entonces, surgió en mi mente unas series de preguntas tales como: ¿Quién es en verdad este Señor?, ¿Qué querrá decirme? ¿Cómo sabe tanto?...

            El hombre leyó mis pensamientos y prosiguió sus comentarios, evitando así mi distracción mental:
-El río sabe ubicarse dentro del mundo creado y cuando viene la tormenta que desequilibra su cauce, aprende a ordenarse de nuevo y vuelve a tomar su dirección de origen.

            Lo que me estaba diciendo no era más que los pilares de Bert Hellinger, el fundador de las constelaciones familiares: Aprender a reconocer; aprender a pertenecer, es decir, sentirme parte de…; Aprender a ubicarme, es descubrir y tener claro cuál es mi rol en la sociedad y Aprender a Ordenarme, es poner en equilibrio mi vida.

            Y… ¡no bastaba lo que había aprendido! Tenía algo más que enseñarme:
-Es muy valioso conocer la Misión que todos tenemos para luego tener en claro tu Visión, porque todos somos modalidades de aprendizaje.

            ¿Qué quiso decir con esto? me pregunté; pensé que el anciano estaba extralimitando las fronteras del conocimiento, pero una vez más parece que éste puede leer los pensamientos del interlocutor e interrumpiéndome me hizo una pregunta:
-¿Conoces cuál es tu modalidad?

            Le respondí con dudas y un poco de incertidumbre.

-Bueno sí… creo que tengo algo claro cuál es mi visión y mi misión…

-Ja, ja, ja, -se rió inocentemente- Tienes algo en claro ¿no? Pues, yo sí he visto cuál es tu modalidad de aprendizaje. He visto en tu mirada que eres una persona cargada de conocimientos humanísticos y te gusta que otros se superen en la Vida, por lo tanto, más que tu visión tienes una gran misión y no resistas de ella.

-¿cuál es? –le pregunté-

            Me respondió con toda sencillez:
-Debes enseñar a otros a tomar consciencia que:
  1. El futuro no es igual que el pasado. A partir de lo que somos será nuestro futuro.
  2. Cada quien crea su propio proceso; por lo que tu misión es guiar a otros a lograr lo que quiere en la Vida.
  3. Cada quién crea su propio mapa, pero nunca olvides que el mapa no es el territorio; trata de enseñar  que cada uno de nosotros tenemos nuestra propia representación del mundo y para lograr lo que queremos debemos entender y liberar. Si quieres cambiar tu realidad empiezas por cambiar tu mapa mental, por lo tanto, “creer es crear”. Al tener fe en  tus potencialidades,  ya está creando, pero nunca dejes a un lado la Fuente del Amor: Dios.
  4. Ayuda a otros a que vea sus opciones y posibilidades en la Vida. Sal de los esquemas de confort y no olvides que:
 “Nada te ata, excepto tus pensamientos;
  Nada te limita, excepto  tus miedos y
  Nada te controla, excepto tus creencias” (Anónimo).
  1. Lo que focalizas es lo que obtienes. Ayuda a otro a cumplir sus metas, pero nunca dejes a un lado las tuyas.
            Finalmente, me dijo otro de sus sabios consejos:
-Empieza a cambiar tu vida como un espiral de adentro hacia afuera y tendrás el  suficiente argumento y testimonio para que otros también puedan hacerlo; no te quejes; toma el timón del cambio, solo así en silencio y tu actitud, sumarás esfuerzos; entonces, serás parte de una sociedad más equilibrada, armónica y respetuosa. Ahora te invito a que cierres tus ojos y escuches, solo por unos instantes, los sonidos de tu alma porque allí está la energía, esperanza y optimismo.

             Proseguí cerrar los ojos,  cuando de repente escuche el sonido de la alarma de mi celular. Ya estaba amaneciendo, era hora de despertar y seguir andando en la vida, la cual ya no era la misma del día anterior, porque me fue revelada una misión, dada por los consejos extraordinarios en aquel  encuentro con la Sabiduría de la Vida, reflejada en un anciano a la Orilla del río. 


 


…Y no olvides que tú y yo estamos andando en el camino del Éxito…
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